Estudiar, trabajar y sus consecuencias insufribles
Los alumnos con necesidad económica se ven afectados académica y profesionalmente por su vida laboral

Cansancio, irregularidad salarial y pocas horas para estudiar son tres de las consecuencias que obligaron a Pablo Meléndez Carrasquillo, estudiante de sexto año de universidad, a tomar una pausa en sus estudios durante el año académico 2019-2020.
Meléndez Carrasquillo trabaja en la tienda Abercrombie & Fitch como empleado de almacén y laboraba en el Programa de Estudio y Trabajo de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Río Piedras, donde también está matriculado en un promedio de 15 a 18 créditos por semestre.

“Posponía mucho hacer los trabajos. Prefería hacerlos entre clases porque como ese es el momento del día en el que estoy más despierto’’, narró el estudiante de Lenguas Modernas sobre cómo le afectaba la rutina provocada por el exceso de trabajo.
La experiencia del joven de 24 años no es aislada. Según la Tabla de admitidos a estudios subgraduados en la UPR Recinto de Río Piedras, el año 2019, 303 de los 1,976 alumnos de nuevo ingreso encuestados contestaron que trabajan.








En Puerto Rico, el salario mínimo es $7.25 y, en su mayoría, son monedas producidas por el sudor estudiantil.
Mientras tanto, la crisis financiera de 2006, la implementación de una Junta de Supervisión Fiscal, el paso del huracán María, terremotos y el COVID-19 provocaron un deterioro en la economía de la Isla, según el presidente de la Asociación de Economistas de Puerto Rico, Heriberto Martínez Otero.
“La situación económica en Puerto Rico se describe como mucha desigualdad y una caída del poder adquisitivo de los salarios en Puerto Rico”, expresó el líder de la organización. Incluso, al hacer una comparación entre los Censos de 2009 a 2013 y los de 2014 a 2018, desde 2009, el núcleo familiar en Puerto Rico tiene anualmente un aproximado de $1,047 menos en el bolsillo.
Debido a la crisis económica, otro de los retos que enfrentan los jóvenes son las políticas públicas neoliberales en el país.
Bajo la reforma laboral de 2017, a los nuevos empleados se les otorga un periodo de probatoria por al menos 12 meses, no les pagan doble cuando laboran en días feriados y acumulan menos días de vacaciones y de licencia por enfermedad.
Estas medidas “laceran su bienestar físico, emocional; laceran sus derechos humanos; laceran su capacidad de alcanzar su máxima realización, que es a lo que aspiramos todos en esta vida”, expresó la trabajadora social Inés Rivera Rivera.
Más allá de lo físico
Por otro lado, Alexxa Martínez Isaac, estudiante de la UPR en Cayey, ha logrado trabajar sin afectar su desempeño académico. Sin embargo, al laborar más de 26 horas a la semana y estudiar a tiempo completo, igual que Meléndez Carrasquillo, siente que su salud emocional se ha deteriorado.
“Emocional y físicamente he estado más agotada que antes, cuando no trabajaba”, confesó la trabajadora de Domino's Pizza.
La estudiante de Ciencias Naturales narró que ha sufrido ataques de ansiedad durante sus horas laborales por el estrés de su carga académica.
En efecto, la ansiedad que experimenta Martínez Isaac es el motivo principal de las visitas de parte de otros alumnos al Departamento de Consejería para el Desarrollo Estudiantil (DCODE) de la UPR en Río Piedras, expresó la directora de ese centro de servicios, doctora María Jiiménez Chafey.
Asimismo, mencionó que alrededor de un 50 por ciento de las visitas a la oficina son de universitarios que trabajan. Para Jiménez Chafey, la comunidad estudiantil puede afectarse emocionalmente cuando se le dificulta el manejo del tiempo y el estrés se convierte constante.





“Cuando uno está en un estrés crónico o constante, ese no es el estado natural del cuerpo […]. Cuando está así todo el tiempo, es como si estuvieras corriendo un carro siempre a 100 millas por hora... Pues se le gastan las partes, se afecta y lo mismo nos pasa a los seres humanos”, puntualizó.
La psicóloga añadió que no poder balancear el tiempo entre estudio y trabajo también puede afectar el desempeño académico del alumno, sus relaciones sociales y, paradójicamente, puede tener un efecto económico adverso.
La rutina se volvió mentalmente agotadora, según Meléndez Carrasquillo. “A veces, me sentía muy cansado; no quería salir”, comentó el estudiante al describir cómo trabajar afectó su vida social.
Jiménez Chafey puntualizó que el alumno puede perder el incentivo económico de la beca si, al no poder dedicar suficiente tiempo a los estudios, fracasa alguna clase e incumple con los 12 créditos requeridos por la Solicitud Gratuita de Ayuda Federal para Estudiante (FAFSA, por sus siglas en inglés).
En el caso del universitario, al readmitirse en la institución y no tener progreso académico, como consecuencia de la interrupción académica, no recibió ayuda económica, por lo que no pudo tomar la cantidad de créditos que solía.
Además de perder la beca federal, los estudiantes pueden afectarse a largo plazo por decidir no culminar sus estudios.
“Me ha pasado por la mente dejar de estudiar”, confesó Martínez Isaac. La joven de 22 años decidió continuar estudiando, pero, en su posición, alumnos como Meléndez Carrasquillo deciden tomar una pausa o, incluso, nunca culminar su carrera.
Uno de cada tres universitarios en Estados Unidos no obtiene el diploma, establece un análisis del New York Times. En promedio, las universidades tienen tasas de graduación más bajas cuando inscriben a más estudiantes de bajos ingresos, según uno de los hallazgos de la investigación.

Las soluciones “no favorables”
que ofrece la universidad
El universitario Meléndez Carrasquillo recordó que, en su segundo año de estudios, procuró ayuda al DCODE de la UPR Río Piedras y acudió a una orientación sobre cómo encontrar el trabajo ideal. Sin embargo, no encontró que la presentación fuera favorable ni informativa.
Incluso, el también empleado del Programa de Estudio y Trabajo de la UPR resaltó, entre las dificultades de las soluciones que ofrecía la institución académica, la falta de flexibilidad en el horario pese a ser un sistema diseñado para estudiantes.
El estudiante de Humanidades enfatizó que, a diferencia de Abercrombie & Fitch, donde recibía un pago fijo bisemanalmente, en el Programa de Estudio y Trabajo, el salario no le llegaba con la misma regularidad. “Yo podía trabajar a principios de mes y estar recibiendo el dinero de eso que trabajé como...dos meses después”, calculó Meléndez Carrasquillo.

Limitadas opciones en difíciles circunstancias
Por razones económicas, las pausas de los estudios son una constante para los universitarios.
Según Lymaris Ríos Camacho –quien, como miembro del Brown Allumni Committee, entrevista a estudiantes que desean completar estudios graduados y subgraduados–, no se puede discriminar a estudiantes que, por motivos económicos, deciden tomar una pausa en sus estudios.
No obstante, Miguel Sotto Class, director del programa de entrevistas en Puerto Rico para la Universidad Yale, indicó que “parte del problema es que todos discriminamos, a veces hasta sin darnos cuenta”.
Por su parte, el presidente del Harvard Allumni Committee, Andrés López Rodríguez, mencionó: “Lo que buscamos es que la persona haya buscado el mayor número de retos posibles en su currículum cuando está aspirando a una plaza en nuestra universidad”.
Los representantes de las universidades puntualizaron que no se toma en cuenta el aspecto económico hasta que se acepta al estudiante. No obstante, tampoco consideran las consecuencias que la situación financiera de un alumno puede provocar en su perfil cuando solicita.
Respecto a quienes interrumpen sus estudios, Soto Class, un exalumno de Yale, sostuvo que “levanta banderas inmediatas”. “Es lo mismo cuando solicitas para un empleo: una de las primeras cosas que la persona que te entrevista coteja es si hay algún tipo de ‘gap’ en tu resumé. Eso, obviamente, levanta sospechas”, aseguró Soto Class.
A pesar de que Sotto Class es el único en confirmar este discrimen, todos coincidieron en subrayar la importancia de las actividades extracurriculares al evaluar la solicitud, requisito con el que un estudiante que trabaja no siempre puede cumplir.
“Hay elementos que los diferencian, pero usualmente donde empiezan a florar diferencias que distinguen a un candidato de otro es precisamente en el aspecto extracurricular”, admitió López Rodríguez.
Por ende, de acuerdo con los criterios de evaluación de las universidades, el estudiante que trabaja y estudia o toma una pausa en sus estudios se ve sistemáticamente perjudicado.
Laborar y estudiar al mismo tiempo y que resulte con éxito puede ser el privilegio de algunos pocos, pero se convierte en la excusa perfecta para no reconocer la desigualdad que enfrenta Puerto Rico, concluyó el economista al describirlo como una “oda a la pobreza’’.
Un ejemplo de esto se refleja en las dificultades que enfrentan estudiantes como Meléndez Carrasquillo en su lucha por obtener una educación universitaria.
