Al son del barril
Acercamiento al baile folclórico de la bomba puertorriqueña como identidad cultural
Decenas de mujeres se reúnen agradecidas por la oportunidad de celebrar su identidad afropuertorriqueña a través de la bomba.
Este baile folclórico es una celebración. Es el género musical más antiguo de Puerto Rico que, por cientos de años, estuvo prohibido y restringido por los colonizadores españoles. En un día soleado, en el pueblo de Loíza, las mujeres aprovechan el tiempo despejado y sus conocimientos para bailar frente a los tocadores que siguen sus pasos al son del barril.
¿Por qué celebrar sus raíces afrodescendientes con unos sonidos tan cautivadores?
Para las esclavas y esclavos africanos, la bomba era su única escapatoria. Este baile folclórico se desarrolló dentro de las plantaciones de esclavos y esclavas alrededor de la isla. En un junte de etnias y tribus africanas, los sonidos de África se fusionaron para crear lo que hoy se conoce como la bomba puertorriqueña.
Solo un día a la semana les era permitido a las esclavas y esclavos africanos, por las esclavizadoras y esclavizadores europeos, tener su ceremonia de baile y música. El lugar donde festejaban la ceremonia era el batey. Una vez dentro del batey, los esclavos y esclavas negras podían comunicarse y relacionarse libremente, incluso cuando practicaban diferentes tradiciones y lenguas africanas.
La bomba siempre ha sido una forma de resistencia. Desde sus comienzos en el siglo XVII, ha desempeñado un papel de poder político al representar una rebelión en contra de la colonización. Las y los esclavos negros utilizaban la expresión corporal del baile para planificar escapes y levantamientos. El simple hecho de que exista hoy en día es un acto de resistencia porque estaba gestada y practicada bajo un sistema esclavista.
Al hacer bomba, se hace cultura
Para muchas y muchos de sus practicantes, la bomba trasciende un simple baile folklórico. El ritmo, la musicalidad y los movimientos remiten a un reconocimiento de identidad, como lo son las raíces afrodescendientes.
“Los que sabemos de cultura debemos enseñarla”, aseguró Sheila Osorio, gestora y maestra de bomba en Loíza.
La fundadora del taller cultural N’Zambi recibió influencia de los bailes y la cultura desde temprana edad. Luego de aprender y participar del Batey de los Hermanos Ayala, una familia cultural con raíces en Loíza, Osorio encontró una inquietud por enseñar a bailar correctamente la bomba que se gesta en el pueblo de la tradición. Es así como lleva siete años educando a más de 400 mujeres, jóvenes y niñas, fuera y dentro del país, en el arte de la bomba loiceña.
¿Por qué adiestrar en el arte del baile puertorriqueño?
A través de la bomba, las mujeres, jóvenes y niñas se conectan, más conocen sus raíces y cultura afrodescendientes, según Osorio. Es una manera de saber sus orígenes. Incluso, la mayoría experimenta un aumento en la autoestima, pues les da seguridad reconocer que sus características físicas afrodescendientes, por ejemplo, tienen una relación con su identidad. Dentro del batey existe una aceptación social que muy pocas veces se siente afuera.
Antes de que comience la ceremonia, las féminas se alistan con ansias. Sin embargo, pronto descargarán las energías, puesto que la bomba, precisamente, se baila al momento, sin coreografía, para expresar los sentimientos que se llevan dentro. El género musical es una manera de empoderar, tanto a la bailadora como al tocador, para permitir el diálogo corporal espontáneo. Una vez se comienzan a escuchar los sonidos de los barriles, el ánimo cambia...
Es hora de que comience el batey
Como un jalón desde el interior de su ser: así, Osorio describe la sensación cuando se comienza a escuchar el ritmo de los barriles. La gestora cultural describió que el corazón se le agita mientras que los toques de los barriles y la voz del cantador la llaman a entrar al lugar de baile. Tal sentimiento solo puede liberarse al realizar piquetes, es decir, movimientos predeterminados según el tipo de bomba que se baile.
En Loíza, los hermanos Ayala convierten el rulé en el seis corrido y el cordé. Son géneros mucho más rápidos que la bomba tradicional loiceña, describió Osorio. Para las dos nuevas bombas que surgen gracias a la gesta de la familia tradicional de los Ayala, no se necesitan faldas, y los piquetes se realizan más cerca del barril con las caderas y piernas.
En el batey, las mujeres mostraron sus destrezas de baile que adquirieron durante el taller de bomba que comenzó en enero, aún con las dificultades de la pandemia del COVID-19.
Celebración de identidad cultural
A pesar de que la bomba surgió en el sur de Puerto Rico, cada rincón de la isla cuenta con su propio género. Algo que los une a todos es el deseo por liberar las emociones dentro del batey. En una celebración por la identidad afrodescendiente y la cultura, las bailadoras, los tocadores y las espectadoras comparten un momento de conexión y goce.
Las bailadoras y los tocadores aprovecharon el batey para honrar sus raíces, especialmente cuando han sobrevivido siglos de opresión y discriminación. La ocasión se aprovecha, además, por distintas artesanas para vender sus creaciones. Todo en nombre del reconocimiento y festejo de su identidad negra.
La actividad finalizó con la declamación del poema Ay ay ay de la grifa negr, de Julia de Burgos, por Olga L. López Dávila, maestra de ceremonia.
“Ay, ay, ay, que soy grifa y pura negra; grifería en mi pelo, cafrería en mis labios; y mi chata nariz mozambiquea”, declamó López Dávila en un momento de reconocimiento por su afrodescendencia.