Los retos de vivir en Río Piedras: una mirada estudiantil

Alumnxs describen su miedo al transitar, durante la pandemia, por las calles aledañas al recinto riopedrense

Río Piedras es un laberinto de emociones. Caminamos por las calles con temor, alerta y rapidez. Evadimos las sombras del hambre y la adicción porque debes elegir entre la empatía o el miedo. Sin embargo, aquí habitamos, y solo la costumbre ayuda a sobrellevar el reto que representa vivir en Río Piedras.

Mucho ha cambiado. Por momentos, hay silencio y, a veces, pasan minutos sin que algún carro se asome. La desolación de la avenida Universidad evidencia los estragos que ha causado la pandemia del Covid-19. Solo nos quedan recuerdos de una comunidad que se dispersó y que quizás no tendrá la oportunidad de regresar. 

Aún hay estudiantes por el área. Pocxs salen de sus rincones y, cuando deciden recorrer las calles, llevan la cautela y el miedo consigo.

El estudiante de Ciencia Política y Geografía Justine Iván González Vélez compara el entorno universitario con el desierto.  

“Anteriormente, yo salía de noche. Ahora no porque no hay personas en la calle, y te crea un sentido de inseguridad. Todo está desolado, sientes que las personas que vienen te van a atacar, que no hay personas para socorrerte y no hay vigilancia”, señaló González Vélez.

Eran las 4:15 de la tarde y, mientras caminamos por la calle Baldorioty de Castro, justo al lado de lo que fue el restaurante Mona Lisa, conversamos sobre lo que representa provenir de áreas fuera de la metrópolis y decidir hospedarse en esta zona.  Coincidimos en que los consejos de nuestros familiares, sobre tener precaución y no salir en la noche, nos hacían pensar que todos los días acechan, matan, roban y acosan a los universitarios. ¿Será una conjetura alejada de la realidad?

“Antes podían pasar por inadvertidas las agresiones; ahora, mucho más. Es una reafirmación a todas esas teorías... Cuando uno está en la acción, se da cuenta de que ahora el panorama es desalentador; no hay socorro ni auxilio, ni para ti ni para tus compañeros. Pienso que ahora esas teorías se secundan”, expresó González Vélez, quien es natural de Camuy. 

Que ocurran actos delictivos cerca del recinto universitario no es un asunto nuevo para quienes cohabitamos en Río Piedras. La impunidad es el motivo por el que quizás un objeto punzante, como el que carga González Vélez por si debe defenderse, sea un accesorio más para los riopedrenses. 

"Recuerdo que antes de entrar a la universidad se viralizó un video en Facebook en donde un estudiante iba caminando a plena luz del día. Una persona lo asaltó con un cuchillo en mano, trató de quitarle el bulto y, como no pudo, se fue", comentó González Vélez.
"Unos cuatro meses después del incidente, me topé con este estudiante en una asociación. Me contó que tuvo que recibir atención médica. En el lugar habían cámaras y grabaron a la persona completa porque la persona no estaba cubierta. El estudiante radicó una querella, pero nunca consiguieron a la persona ni le radicaron cargos", añadió.

Ya el sol se va escondiendo. “Din, don, din, don”. A lo lejos se escucha una campana que, antes de la pandemia, anunciaba a lxs estudiantes el cambio de hora. La nostalgia mueve esas fibras emocionales que estaban en aislamiento y ahora solo nos recuerdan lo diferente que todo era antes de la pandemia. 

El ambiente es tenso.  Un joven en una bicicleta recorre la avenida, no pierde el ritmo. Mientras avanza, ignora al hombre con camisa rota que está sentado dormido al lado de Café Borikén.










Víctimas de la soledad          

En dirección a la avenida Universidad, donde están localizados los reconocidos negocios El 8 de Blanco y Vidy’s Café, pienso en que la costumbre fungía también como compañía. Antes de la pandemia, era menos complicado encontrar unx compañerx para transitar las calles de Río Piedras. “Trata de salir siempre acompañada” es la frase que la mayoría de lxs estudiantes universitarixs escuchamos sin cesar. 

Al principio, con empatía y temor, ayudabas al hombre que tiene la camisa rota, aunque fuera con el menudo que cargabas en la mano. Eventualmente, solo les pasabas por el lado, porque el hambre se convierte en una estampa de Río Piedras. Ahora, la soledad trastoca ambos mundos: al hambriento y a quien teme salir a la realidad.  

El cielo ya se torna oscuro. Solo hay tres personas, cada uno con cerveza en mano, frente al Vidy’s. No son estudiantes. Parecen ser trabajadores que, luego de una ardua jornada laboral, utilizan el alcohol como catarsis. Por esta área, era común ver a los gallitos y jerezanas dialogar entre risas y, a veces, llorar por la nota que recibieron en algún examen.  

Durante el transcurso, González Vélez me comenta que fue víctima de la ola criminal, y reconoce que la vigilancia por el área disminuyó luego de la pandemia.

“Me rompieron el cristal del carro, me robaron el radio y me saquearon todas mis pertenencias en búsqueda de objetos de valor”, indicó.

Considero que el consejo de siempre estar acompañada ahora tiene más vigencia, pero la ausencia de estudiantes es una dificultad para quienes todavía permanecen en los predios del recinto. Según González Vélez, el problema de criminalidad no es nuevo, pero los estudiantes que permanecen en Río Piedras lo están “viviendo y sufriendo”. 

El recorrido por el laberinto riopedrense ahora es más complicado. El miedo sustituye la compañía del compañerx de clase, y las solitarias calles son el escenario ideal para quienes se disponen a delinquir. Solo la costumbre a la nueva realidad pandémica puede ayudar a sobrellevar las solitarias circunstancias.

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