Noche de stand-up comedy en El Ensayo en Río Piedras

Se describe la ruta de una estudiante de la IUPI desde Plaza Universitaria hasta la calle Robles para llegar a un show de stand-up comedy en El Ensayo.

Erick Bonilla en la tarima de El Ensayo haciendo stand-up comedy.

Foto suministrada por Erick Bonilla.

Foto suministrada por Erick Bonilla.

Hoy hay stand-up comedy. Es jueves, 29 de abril de 2022 y todos los caminos conducen a El Ensayo en Río Piedras. Son las 10:28 de la noche. Estamos tarde. Salimos apresuradamente de la Residencia Plaza Universitaria, el ruido de las cotorras que suelen posarse en los árboles que la rodean me ensordecen. El suelo rojizo está cubierto de sus plumas verdes y excremento. Comenzamos a correr.

Cruzamos la Avenida Universidad en dirección al edificio abandonado de la Residencia Universitaria Torre Norte. No paramos de correr. La Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras se ve cada vez más cerca. Cruzamos la avenida Juan Ponce de León y La Torre nos saluda. Se ve preciosa, iluminada en medio de la oscuridad. Vamos por la acera, dejando atrás La Torre, con la verja de la universidad de acompañante.

La verja es mitad cemento pintado de marrón claro y mitad rejas pintadas de verde oscuro. Aminoramos el paso cuando nos acercamos a la avenida Gándara. Esta carretera siempre está transitada, no importa el día ni la hora. Se escucha el sonido distintivo de carros yendo a toda velocidad. Mientras esperamos que el flujo de carros baje, observo mis alrededores. A nuestra derecha está el Burger King, ese iconic spot que solemos visitar al final de un jangueo en Río; un mural gigante de la bandera del Grito de Lares; y postes de luz bombardeados con graffiti. Me llega una notificación al teléfono de El Nuevo Día, es otra noticia de la discusión en el Senado sobre el Proyecto 693 que busca restringir el aborto.

La luz del semáforo cambia al color rojo y cruzamos la avenida Gándara, a toda prisa, para llegar al otro extremo de la Ponce de León, donde esta vez se levantan edificios coloridos en ambos lados de la carretera. Estas estructuras albergan tiendas de ropa, librerías, restaurantes, barras y hospedajes. Solo las barras están abiertas. Las puertas de los negocios cerrados están protegidas con puertas metálicas. Todas están llenas de graffiti, hasta una icónica tostadora de Ismo se encuentra en el bombardeo. Hay carros estacionados al borde de la acera. No hay mucha gente a estas horas de la noche, solo autos pasando. Antes de la pandemia de la COVID-19, las calles de Río solían estar repletas de estudiantes todos los jueves. Actualmente, la ciudad universitaria parece estar desierta. La calle está oscura, silenciosa, llena de latas de cerveza y huele a orín seco.

Seguimos caminando y doblamos a la izquierda hacia la calle Saldaña. Desde el principio de la calle se escucha el retumbar de la música de El Boricua que está justo al final, en la esquina. Hay dos o tres personas escuchando a los músicos tocando en vivo. Me encanta pasar por aquí particularmente por el mural de Belín, frente a El Boricua. ¿Quién hubiese pensado que me iba a topar con mi artista favorito en una pared del triste Río Piedras? El mural es de una mujer colorida, caricaturesca, con un rosto realista. En las manos, sostiene una calavera metálica. La calavera es obra de Ismo, a quien admiro tanto. Damos una derecha hacia la calle Rosales, luego una izquierda a la calle Robles. Reducimos el paso. Estamos llegando.

A lo lejos veo un mar de comediantes conglomerados frente a El Ensayo, recostados en los carros estacionados y en el medio de la acera. Reconozco a la mayoría: Erick Bonilla, Cristina Sánchez, George El Rubio, Titito Sánchez, Pablo Rosario, Antonio Hernández y pa'l de muchachos que llevo viendo hace años, pero no me sé los nombres. Entramos a El Ensayo, nos recibe un vestíbulo decorado con luces de navidad colgadas del techo, cajas plásticas de leche llenas de libros, una butaca enorme y una coqueta sosteniendo varias velas apagadas. Las paredes están pintadas de negro y violeta oscuro, tienen un aura acogedora. Todas están escritas con tiza o decoradas con posters de obras de teatro que fueron estrenadas aquí.

Partes superiores e inferiores del cuerpo de varios maniquíes con ropa interior están esparcidos por todo el salón que está dividido en dos partes: la barra y el escenario. El escenario es una pequeña tarima negra. Hoy está decorado con una sábana blanca de fondo, una silla de madera y un micrófono. Para el público hay muchas sillas frente a la tarima y cuatro sofás rotos cubiertos con sábanas. Ya los sofás están llenos, hay varias sillas vacías. Miro a mi alrededor a ver qué rostros identifico, casi siempre estamos las mismas personas. El aire huele a la fritanga de la cocina.

Escucho la risa retumbante de Ricardo Magriñá, el dueño de El Ensayo, y miro en su dirección. Está solo atendiendo la barra. “Me voy a sentar”, me dice mi amigo Alex. Me quedo sola y voy derechito a la barra. Saludo a Ricardo y le pido una Medalla. Siento una nariz mojada tocándome la pierna, miro hacia abajo y veo al perro negro. No sé de quién es, pero siempre está jangueando aquí. Le acaricio las orejas mientras Ricardo me cuenta lo que ha pasado en estos días, detrás de él las palabras “POR FAVOR HABLE DE POLÍTICA Y RELIGIÓN” me gritan. Siempre me hacen sonreír. A la izquierda de la barra hay un grupo de muchachos sentados en muebles rotos, jugando video juegos en los televisores. Escucho la voz de Erick anunciando desde el escenario la tercera llamada.

Abro la Medalla, me doy un sipi y me dirijo a sentarme en una de las sillas. Está coja. Erick está solo en la tarima, sentado en la silla frente al micrófono y sosteniendo una guitarra. El cayeyano se destaca por su comedia musical. Llevo años viéndolo performear. “No entiendo por qué los cristianos no creen en el aborto si el mismo dios abortó a su único hijo para que todo aquel que en él crea no se pierda, mas tenga vida eterna”, comienza Erick mientras toca unos acordes en la guitarra. “O algo así dice la Biblia. Lo abortó a los 33 años, él era más hardcore”. El público reacciona de distintas formas. Algunos se ríen, otros gritan, unos sueltan improperios, otros se quejan. “Esta canción va dedicada al aborto”, dice Erick. Y así comienza la noche de stand-up en El Ensayo.

Fotos del fondo: Adobe Stock

Asiento de madera y micrófono en tarima de un teatro.

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Fotos: María A. Santos

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