En crescendo:
Reconstrucción estudiantil de un programa coral
Estudiantes corales del Recinto de Río Piedras de la UPR
encaran el regreso a ensayos presenciales
Sentado al piano dentro del salón S-117 del edificio Agustín Stahl, el tenor Julián Vives Vallejo ayuda a una compañera coralista a ensayar una pieza que le fue asignada. A su derecha, cuelga una pizarra pequeña al costado de armarios que guardan vestimentas polvorientas y partituras manchadas por el tiempo. Escrita sobre ella, donde tradicionalmente se le recuerdan las fechas y horarios de actividades futuras a todos los cantantes que la leen, persiste una fecha: lunes, 23 de marzo.
“Esa pizarra está así desde que nos fuimos hace dos años”, explicó.
El regreso a labores presenciales dentro del recinto ha concedido un alivio al programa coral del Departamento de Música del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, cuyas agrupaciones se vieron afectadas severamente ante la imposibilidad de poder ensayar en conjunto y presentarse en vivo. Para la profesora Carmen Acevedo Lucío, directora del programa coral del recinto desde 1980, la tenacidad que demostraron los integrantes que permanecieron en sus dos coros, aún luego de un periodo tan turbio de virtualidad, es un triunfo en sí mismo.
“Admiro el tesón de los que se quedaron, porque su compromiso era mantener el coro vivo, aunque no se pudieran presentar”, afirmó. “Los coralistas trabajan y les gusta poder demostrar el trabajo que han hecho, compartir la música que están cantando, regalarle las obras a un público. Es la naturaleza de los coros. El no poder hacer nada de eso [...] todos sufrimos las consecuencias. Fue muy duro.”
Ahora, a casi dos años del periodo inicial de cuarentena, el esfuerzo arduo de mantener con vida al programa durante la pandemia encara nuevos horizontes, ante un proceso necesario de reconstrucción.
“Por aquí, vamos a arrancar, a seguir para adelante”, indicó Acevedo Lucío agradecidamente. “Seguimos navegando, pero con aguas más claras, más navegables”, agregó.
Adaptación ante un panorama incierto
Para Vives Vallejo, quien es tenor y miembro de Coralia –el coro de conciertos del recinto– desde hace tres años y medio, el retorno al recinto ha traído consigo desafíos significativos.
“Pasar de virtual a presencial tuvo un impacto muy grande luego de habernos desacostumbrado a escucharnos por dos años”, comentó.
Como cualquier equipo de trabajo, la ejecución musical de un coro depende completamente de la frecuencia y calidad del tiempo que laboran juntos. Si bien trasladar los ensayos bisemanales del programa coral a la modalidad virtual aseguró la continuidad de las agrupaciones durante la pandemia, no poder practicar en conjunto, salvo por medio de una pantalla, se convirtió en una barrera irreconciliable a la hora de pulir aquellas delicadezas que determinan la verdadera calidad de un coro, las que deben perfeccionarse antes de presentarse en tarima.
Tradicionalmente, un coro está categorizado en cuatro secciones (soprano, alto, tenor y bajo), divididas así por lo que Vives Vallejo definió como “color de voz único”: el timbre vocal de cada persona. Cada cantante es asignado a una sección a raíz de las características de su voz, ya sea por su agudeza o profundidad o por su delicadeza, entre múltiples otras características. Es el trabajo del director coral precisar, acomodar y engranar metódicamente el sonido de cada integrante para alcanzar una armonía sonora, tanto dentro de la maquinaria de su sección, como con el espectro de voces que componen las demás tres secciones.
Las limitaciones de los encuentros en línea inhabilitaron esta labor y obligaron a Acevedo Lucío, quien en marzo de 2022 recibió un doctorado Honoris Causa de parte del Recinto de Río Piedras por su labor y logros en la institución, a reinventar completamente sus métodos de dirección.
“Tengo que decir que hay muchas cosas buenas que salieron [...] con el tener que trabajar en línea. Los estudiantes han aprendido a trabajar con grabaciones y se han responsabilizado por estudiar independientemente. En un ensayo normal, yo no cojo a cada individuo y le digo ‘Cántame todas las notas en una partitura’. En este caso sí, [me permite ser] mucho más minuciosa [y] conocer a las voces mejor”, especificó Acevedo Lucío.
"Por más que estuvimos trabajando el repertorio, tuvimos que reinventarnos para poder ensayar presencialmente. Tuvimos que ir a estudios para grabar, pero sin escucharnos, para ver qué podíamos hacer, qué proyectos podíamos desarrollar."
Pese a tal adaptación educativa, sin embargo, el distanciamiento social propició su mayor sacudida a los ánimos y la moral de los integrantes del programa coral. Ilustrado hermosamente por la directora Acevedo Lucío, los coros “necesitan sentirse físicamente, musicalmente y auditivamente”. La sinergía intrínseca de un coro, más allá de la habilidad de sus individuos, proviene del gusto de querer cantar, escucharse y juntos crear música. Sujetos a un panorama académico cambiante, una cantidad sustancial de los coralistas, que en su gran si no completa mayoría pertenecen a las agrupaciones con ninguna ayuda económica, decidió salir de las agrupaciones.
“El hecho de tener que acoplarnos primeramente a empezar ensayos virtuales, estudiar la música, ver cómo nos podemos evaluar –el no tenernos cerca para escucharnos, sentirnos como un coro– más bien se [sintió como] una carga individual bien drenante, la cual desmotiva. Los estudiantes no vieron en la motivación de entrar a los coros si en realidad no iban a estar dentro de un salón, pasar por la experiencia presencial, y muchos no continuaron. Fue un impacto muy grande”, reconoció Vives Vallejo.
Caras nuevas, voces nuevas
Jorge Montañez Negrón, estudiante de quinto año quien decidió regresar al Coro de la Universidad (conocido dentro del departamento como Coro IUPI el Coro Grande o simplemente como “el Coro”) luego de coger una pausa de tres semestres durante la pandemia por razones académicas, no escondió su sorpresa al describir su vuelta a la agrupación y a los ensayos presenciales.
“Si te soy honesto, no es el [mismo] coro de cuando yo estaba. Comparándolo con el que estoy ahora, diría que el 98 por ciento son nuevos. Si antes éramos 40, 50 [integrantes] como mucho, ahora somos 20”, aseguró.
Según lo confirmó la profesora Acevedo Lucío, Coro IUPI sufrió una baja dramática de dos terceras partes de su matrícula durante el período académico de clases remotas.
“Estos dos años han sido un poco dolorosos, casi nefastos, para el Coro de la Universidad. En el Coro Grande, los muchachos necesitan más de un recurso presencial porque no tienen los conocimientos musicales. No todos leen música. Algunos no tienen ni idea de lo que es una partitura. Eso no es problema porque así ha sido el Coro Grande siempre. [Pero] esa enseñanza principal, ese desarrollo que es importante para ellos, no funciona muy bien a través de una plataforma como Zoom”, detalló.
El Coro de la Universidad, fundado en 1936, es un coro estudiantil cuyo enfoque central es impartir destrezas del estudio musical y el conocimiento de cantar en una agrupación a quienes nunca lo han experimentado. A diferencia de Coralia, que fue fundado en los años 80 por la directora Acevedo Lucío y se enfoca en interpretar un repertorio más retante para personas que poseen un nivel más avanzado de comprensión musical, Coro IUPI trabaja piezas introductorias y llevaderas, a modo de servir como un primer escalón al amplio ecosistema coral. Conforme a lo que narró Montañez Negrón, la falta de actividad coral y la naturaleza cíclica de sus integrantes dificultaron su continuidad durante los primeros dos años de la pandemia.
“[En mi caso], intenté ensayar online, pero dije: ‘Esto me está quitando mucho tiempo’. Salía de una clase virtual a la otra, no tenía tiempo para practicar”, indicó. “Como todo, [el coro] se nos vino abajo. Se nos vino abajo un par de gente.”
A pesar de componerse por una plantilla de músicos más concreta, Coralia sufrió déficits similares. De un reparto de 30 a 32 cantantes, citó Vives Vallejo, 16 se despidieron de la agrupación. Para Coralia, cuyo proceso de audición es más exhaustivo, las bajas implicaron una reestructuración completa.
“Todavía estamos en la búsqueda de voces, es difícil. Uno de los efectos que ha provocado la pandemia [para] los que entraron[…] primero tuvieron que ensayar virtual. Ahora, tienen que acoplarse a cantar presencial con personas que nunca han visto y que nunca han escuchado, y si las han escuchado, lo han hecho desde afuera. No han pasado la experiencia de cantar con ellos”, puntualizó el estudiante.
Para aquellos estudiantes que perseveraron y hoy en día componen el Coro IUPI, la reconstrucción de su coro por medio de la admisión de nuevos integrantes –sobre todo, reiteró Montañez Negrón, la audición de varones– es su mayor prioridad. Asimismo, la estructura progresiva del programa coral que inspiraba habitualmente a estudiantes que han sido admitidos al peldaño superior a apadrinar a estudiantes del peldaño inferior, a sacar de su tiempo libre para dedicarse a instruir a los nuevos integrantes, se transformó para dar lugar a una evolución de esta dinámica, forjada tras la necesidad de reavivar el programa coral.
“Si veo a algún integrante nuevo, [le digo]: ‘Vente, vamos a estudiar, vamos a sentarnos, vamos a dominar esto, canta sin miedo, aquí estamos todos, todos cometemos errores[…]’ [para] que adquieran la confianza, que compartan y confraternicen porque tienen que asociarse con los otros integrantes que ya llevan tiempo”, insistió Vives Vallejo.
Fue esta dedicación, como destacó la directora Acevedo Lucío, lo que la llevó a encomiar la labor de sus estudiantes ante el comienzo del semestre de enero 2022, ya que reconoció que, de no ser por ellos continuar su trayectoria con sus agrupaciones, el Coro de la Universidad, con su legado de décadas, hubiera desaparecido.
“Los estudiantes se mantienen, los estudiantes tienen compromiso. Los estudiantes están en las agrupaciones porque las agrupaciones son importantes en su vida, por el amor que profesan por la música, ya sea coral, instrumental u orquestal”, recalcó.
Para Vives Vallejo, quien se presentará con Coralia en el festival Casals el domingo, 29 de mayo, en su primera presentación en tarima luego de dos años, tal labor y encanto proviene simplemente por amor al arte.
Prof. Carmen Acevedo Lucío concluye un ensayo con Coralia (Ian M. Acevedo Colón)
Prof. Carmen Acevedo Lucío concluye un ensayo con Coralia (Ian M. Acevedo Colón)